lunes, 13 de febrero de 2012

Capítulo 1: De tenerlo todo a no tener nada.


Agatha andaba deambulando bajo la lluvia. El agua le entraba por las botas y mojaba sus calcetines, pero no le importaba. Se sentía mal, llevaba así demasiado tiempo…Deprimida, sola. Hacía ya un año del accidente que había hecho que su vida cambiara por completo, y no le gustaba recordarlo, era demasiado trágico para ella.
                                            
Era una mañana de otoño, los padres de Agatha la habían dejado en la puerta del instituto.
-Que pases un buen día, cariño.- Dijo su madre con una gran sonrisa en la cara.
-Eso espero…- Digo ella con una leve desgana.
-¡Vamos!, no puede ser tan terrible.- Dijo Sam, su padre.
-Eso es lo que tú te crees. Estoy completamente sola, nadie se acerca a mí. Soy la niña rica de papá.- Replicó.
-Querida, solo son unas horas, cuando salgas estaremos aquí esperándote. Vamos, vas a llegar tarde.- Dijo Mary, su madre con una voz cálida y tranquila.
-Está bien.- Respondió ella.
Agatha los despidió con la mano y se adentro en los estrechos y tenebrosos pasillos de aquel instituto tan antiguo y sucio. Vio como el coche se alejaba hasta girar la esquina de la calle. La sirena tocó, parecía una niña asustada e indefensa gritando a través de un callejón creyendo ser perseguida por un asesino en serie.
Era primera hora, entró en la clase, tenía Biología. Le gustaba, simplemente porque diseccionaban ranas y investigaban órganos de animales muertos. A ella le gustaba eso, pero a la gente no, por eso la veían tan rara.
Estaban estudiando las células, Agatha dibujaba una flor de loto en su agenda cuando una pequeña bolita de papel, llena de saliva impactó contra su pelo. Se giró rápidamente y vio a Lucy Jones riéndose y señalándola. Lucy Jones, el ser más agresivo y asqueroso que había podido pisar este mundo. Era una niña con cara alargada, alta y fuerte, Agatha la odiaba y Lucy intentaba hacerle la vida imposible. Agatha puso cara de asco y se giro para acabar de pintar uno de los pétalos de su flor. Era lo más odioso de este mundo.
En ese momento llamaron a la puerta, era el director, quería hablar con ella.


-Agatha, ¿puedo hablar contigo un momento?- Dijo el director con una voz áspera y grave.
-Claro.- Respondió ella.
Salieron ambos al pasillo, estaba oscuro, iluminado por un pequeño foco que parpadeaba en una de las esquinas. El director le dijo que se sentara en un pequeño banco junto a la puerta de su aula.
-Agatha, tengo una mala noticia.- Dijo el Señor Fasted mientras miraba el suelo inquieto.
-¿Qué pasa señor director? No se ande con rodeos, por favor.- Dijo ella haciendo un pequeño gesto con sus manos.
-Verás…Han llamado de la comisaria, estaban dando una vuelta por el barrio y han visto que había un coche parado en mitad de la calle, era el coche de tus padres y…-
-¿Qué? Como que de mis padres… ¿Qué les ha pasado?- Dijo ella preocupada.
-Se han acercado y…Estaban muertos, bueno, les habían asesinado. Lo siento mucho Agatha.-
A Agatha se le vino el mundo encima, empezó a marearse y todo le daba vueltas, era imposible, ¿Cómo podrían estar muertos?
-No…no puede ser. ¿Asesinados? Es imposible…¡No me diga eso por favor!- Dijo con las lágrimas recorriendo su rostro mientras se llevaba las manos a la cabeza.-¿Nadie ha visto nada? ¡No pueden estar muertos joder!-Dijo entre suspiros.
-Lo siento mucho, tienes que acompañarme, unos señores quieren hablar contigo.-Dijo el señor Fasted agachando la cabeza.
-Claro…- Dijo Agatha con desgana, levantándose cabizbaja y acercándose a dos señores de traje y corbata. Llevaban gafas de sol y el pelo corto y peinado hacia atrás. La cogieron del brazo y la adentraron en el despacho del director.

Salió unas horas después, no tenía ningún otro familiar, tendría que entrar en una casa de acogida. No quería, no quería afrontar el hecho de que sus padres estaban muertos, que no los vería más. Entró en clase, recogió sus cosas y, a la salida, se subió en un coche policial y fue llevada a la comisaria hasta que se le asignara una de esas casas.
Se cambió de ropa, debía asistir al que iba a ser el momento más duro de toda su vida, el entierro de sus padres. Se puso su vestido negro, sus botas, se arregló el pelo y partió hacia el cementerio.
El cementerio siempre le había resultado un lugar siniestro, un sitio donde nunca pensaría que estaría. Asique entró con paso firme y decidido.
Ya habían sido enterrados, Agatha lloraba como nunca lo había hecho en su vida, los había perdido, y no había podido hacer nada por impedirlo. Se sentía mal.
“Aquí yacen Sam y Mary, matrimonio feliz. Su hija, amigos y familiares le recordaran con cariño.”
Esas palabras perforaron su corazón como un taladro, quería salir cuanto antes de allí, asique se despidió de ellos, lanzó una rosa roja a la lápida y huyó corriendo hacia la salida, llorando, y pensando en lo que acababa de pasar y lo que le esperaba.
                                             

Hacía un año de aquel suceso, aunque parecía que había sido ayer. No tenía paraguas, pero le gustaba sentir las gotas cayendo sobre su cabeza mojada. Pasó bajo la luz de una farola, su sombra se reflejó difuminada sobre los charcos que se habían formado en el asfalto. Veía las luces de la casa de acogida, no quería entrar. Era demasiado para ella sentir que no tiene a nadie y que, con 15 años, quien iba a adoptarla. Estaría ahí hasta los dieciocho, si no se escapaba antes.
-¿Dónde has estado?- Dijo la señora Food, su “niñera”. -¡Dios santísimo! Si vienes empapada, no entres hasta que te traiga la toalla, acabo de fregar y lo vas a poner todo perdido.- Dijo mientras corría hacia el baño a por la toalla.
La señora Food era muy amable y cariñosa, pero no podía llegar a cogerle cariño, le recordaba mucho a su madre. Y eso la deprimía día tras día. Se acerco a ella con su toalla morada, se la dio y la dejo pasar.
-Acabo de hacer galletas de fresa, sé que son tus favoritas.- Dijo La señora Food con una voz muy agradable.
-Mmm…La verdad es que huelen muy bien, estoy deseando probarlas.- Dijo ella con una pequeña sonrisa en la cara.
Si, era muy cariñosa, sabía todo lo que le gustaba a Agatha. Y a ella le agradaba, pero podía llegar a molestarla. Era como su madre, y no le gustaba demasiado.


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